CUENTO DE CAMINO


La febril fantasía brota fácil mientras más profundo es el monte. Los cuentos de camino alimentan los pasos de los que se cubren del aire puro. Los niños crecen dibujando los aparecidos, ciguapas y galipotes que se ven en las nubes cuando después de comer se acuestan a explorar el cielo y sus formas.

En algunas zonas rurales del noroeste el polvo de la ignorancia es el brillo de la noche, la luna tiene poderes incalculables y el canto de un gallo te convierte en estatua de sal si es viernes santo.

De Juan Silvestre se sabe poco, su profesión es antigua y en decadencia, tumba brujas de los techos con semillas de mostaza. Escribe ensalmos en piernas hinchadas, prepara botellas para limpiar la sangre, cura enfermedades y reza por los muertos sin dueños. Es un anciano de pocas palabras y muchas historias. Ha visto pasar huracanes, dictadores y temblores; pero no es otro. Callado se sienta en su mecedora, se deleita con el sabor de su tabaco. Sabe que la vida se escapa, ya no quedan muchos clientes que soliciten sus servicios.

Agosto trajo malas noticias para Efraín, su único hijo no mejoraba de las fiebres, de continuar así antes de morir el calor de agosto el niño perecería. Viven en la loma a unos veinte kilómetros de la policlínica más cercana. Todos ya sabían el diagnostico, el que los médicos ignoran, una bruja que azotaba la zona le chupa la sangre.

El viejo Juan ya no tiene las fuerzas de antes, el temblor de sus manos dificulta el proceso de preparación. Siente que la sangre corre más rápido, su corazón es un volcán. Hace años que ya no es útil, desde que la gente va a la policlínica. Efraín confía en que el rescatará su hijo de las garras de las oscuridad.

Las fiebres continuaron, la inquietud era un castigo. El niño sangraba, todos imaginaban afilados dientes de una perversar anciana sin piel que le robaba la vida. Durante nueve noches zapatos en forma de cruz al pie de la cama del pequeño resguardaban la pesadez del dolor, de aquel bulto de huesos. Noches en vela asechando la bruja, que nunca se mostró. Rezos perdidos de voces lejanas no surtieron efectos.

Los remedios de Juan Silvestre no sirvieron para nada. La muerte visitó la familia de Efraín. El viejo volvió al conuco confundido, la bruja no calló. Había que seguir alerta.

El joven Pablo Rodríguez trabaja en la policlínica, es médico pasante en la localidad. Con cara de asombro recibió el cuerpo sin vida, de otro niño más que moría de dengue. Las brujas ya no aparecen en los techos.

1 comentarios:

Jeffeny Gutierrez Luna 5 de octubre de 2009, 17:03  

La verdad me encanto leer tu articulo. Tantas cabalas como dice mi padre hacen que la gente salga de la realidad.


"...este espacio es un rincón donde puedo gritar con las voces del silencio mis pensamientos y son escuchados por tu corazón. Dejate llevar de la magia de las letras invisibles..."

Handry

“…es difícil encontrar inspiración en un mundo donde el silencio es el único idioma que conoce la verdad y las escribe con sus letras invisibles”

Handry